julio
Historia doble, en historias de adopción
Esta es una historia doble, la primera historia es de Woody y Chenoa:
Todo comenzó un día que mi mamá y yo íbamos a hacer ejercicio, nos encontramos a un Poodle con una cadena rota y pocos ánimos junto a una “negrita” chiquita con suficiente energía como para ladrarnos. Luego les ofrecí agua, la cual rechazaron, entonces volví con comida y para nuestra sorpresa el Poodle se montó en el carro y la Negrita no muy segura se vino con él.
Esa tarde tocamos la puerta de todas las casas de la zona y preguntamos en todas las casetas de vigilancia, ambos perros mostraron no ser de nadie. Buscamos anuncios, preguntamos en la tienda de animales y nada.
Decidí bañarlos, darles de comer y los publiqué en el internet y redes sociales. A los cuatro días una pareja muy entusiasmada vino a adoptarlos y no dudaron en llevarse a los dos juntos. Me dejaron un regalo por haberles permitido adoptarlos; hasta hoy recibo foto de quienes son “Woody” y “Chenoa”, felices, llenos de amor y juguetes.
Pero esta historia es doble porque a raíz de eso logré que mi mamá y mi padrastro se sensibilizaran por los peludos de las calles.
La segunda historia es de Manchas y La Negra:
Mi mamá junto con mi padrastro decidieron llevar a dos peludos: “Manchas y la Negra” que vivían en el edificio y crecieron en mi calle a una jornada de esterilización. Nunca pensé que se fuesen a involucrar tanto. Ni a Manchas (el macho), ni a la Negra los vecinos los querían en el conjunto, y a raíz de esterilizarlos comenzaron las quejas hacia nosotros por protegerlos.
Mi padrastro fue citado en la alcaldía, a mi mamá la llamaron “vieja loca” (por esterilizar, y bañarlos, porque comían sobras y si a ver vamos eran perros que no estaban en el conjunto por ellos, ya vivían aquí cuando llegamos y habían tenido dos camadas de cachorros). Algunos vecinos agredían y otros eran si se puede llamar cómplices por no opinar.
Manchas consiguió un hogar con un vigilante joven que se enamoró del bello perro (aún lo ayudamos con sacos de Perrarina) y la Negra fue amenazada de que la iban a matar con un tiro o la iban a soltar en «petare». Así que tomamos la decisión de subirla a nuestro apartamento mientras le conseguíamos un hogar, pero pasó una semana, pasaron quince días y nada.
Un día mi mamá dijo: “quita el anuncio, se queda aunque sea muy grande para el apartamento, la bajaremos”. Y así fue, la bajamos cuatro veces al día, convive con su nueva hermana, una Yorkshire Terrier muy mal criada sin ningún problema (hasta se besan y juegan a las persecuciones), come su Perrarina y cada día está más bella que un perro de raza.
Está tan apegada que a veces es como un chicle, aún ama correr libre en la grama, todas las noches cena y duerme en su camita caliente. Gracias a mi mamá por todo el esfuerzo que hace por ella y a mi padrastro, que realmente se involucraron y se comprometieron. Y mi Yorky será esterilizada y La Negra tendrá una familia por siempre.
De ahora en adelante ayudaremos con lo que esté a nuestro alcance porque ellos lo merecen sin juzgar a aquellos que no sienten como nosotros porque entendemos que no han experimentado la fidelidad, la pureza y el infinito amor que te dá un perro.
Por: Andrea Pinto
La Negra y la Yorky
Las historias y opiniones aquí publicadas pertenecen a las personas que las escribieron.
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