diciembre

NO HAY PERRO INGRATO
Por: Claudia González Gamboa / @claudiacgg @esterilizame
Los afortunados que compartimos nuestras vidas con un perro sabemos las cosas que jamás harían. Conozcamos la esencia de nuestros animales y hagamos lo posible por estar a su altura.
– Un perro jamás olvida a quien le ha dado amor y protección. Las historias más conmovedoras nos han llegado de perros que por alguna razón se extraviaron (en tornados, terremotos, etc.) y, al ser reencontrados por su familia humana, muestran emociones que se traducen en amor. Expresan recogimiento y sorpresa, ansiedad y felicidad. Sus colas en movimiento se convierten en banderas que anuncian al mundo que no volverán a estar solos. Definitivamente, un perro no olvida.
– Un perro jamás se va de la casa por cuenta propia. Cuando se extravía, no lo hace porque quiere sino porque pierde el rastro y porque le hemos descuidado. Los perros son aventureros por naturaleza y suelen irse a olisquear el mundo, y perderse, por eso la plaquita con sus datos, su nombre y nuestro teléfono, es indispensable.
– Un perro jamás planificará a su familia y nunca vendería a sus cachorros. Simplemente, obedece el llamado de las hormonas; y en la época de celo la perra se escapará. No saben que pronto sus cachorritos serán maltratados en la calle o, si son de raza, serán vendidos no importa a quién. Si nos incumben los animales, si deseamos ser responsables, esterilicemos a nuestras mascotas y perros de la calle; no pretendamos lucrarnos.
– Un perro jamás nos amarraría ni viviría voluntariamente amarrado. Por esto debemos proporcionarle un espacio para caminar y salir a correr. Los perros no conocen las ataduras físicas, por lo que mantenerlos amarrados constituye una tortura.
– Un perro nunca será egoísta con nosotros. Siempre habrá un lugar en su cojín, su cama, su casita para nosotros… abramos espacios para que vivan cómoda y dignamente.
– Un perro jamás nos mordería porque hayamos olvidado algo. Si los perros no nos agreden porque olvidemos a veces sacarlos a hacer sus necesidades, o porque les pongamos comida a destiempo; o a los de la calle porque no les demos agua o comida, o porque no tengamos tiempo para jugar con ellos, no lo hagamos nosotros. Pegarle a un perro o ponerlo a pelear con otro son actos de cobardía. Él tiene sus dientes y no los usa con nosotros.
– Un perro jamás nos elegiría por razas, credos o ideologías. Nos ama como somos, pequeños, gordos, flacos, feos, bonitos, niños, adultos… nos escoge por nuestra energía, porque somos merecedores de su afecto. Elegir por raza es un acto de discriminación.
– Un perro jamás desestima un buen paseo. Aprendamos de ellos y sonriamos cuando la vida nos presente la oportunidad de pasear y ver el mundo.
– Un perro no olvida saludarnos. Cada vez que llegamos de la calle nuestros perros protegidos, nuestras mascotas de la casa salen a recibirnos con toda felicidad. Démosle el amor que merecen y que ellos nos dan sin escatimar.
– Un perro jamás nos cambiaría por otra persona más joven, más bonita o mejor vestida. Comparten con nosotros el destino que les podemos ofrecer mientras viven, seamos dignos seres humanos que respetamos la vida y consideremos que los afectos son para siempre, no hasta que llegue el próximo.
– Un perro jamás podrá ir solo a su médico veterinario a vacunarse, esterilizarse, curarse. Pero se hace entender. Si se enferma, se echará y permanecerá quieto, dejará de comer, sus hábitos cambiarán. Estemos pendientes de nuestros perros y de los de nuestra comunidad. Ellos no pueden ir solos a su médico y sin nosotros morirían.
– Un perro jamás nos abandonaría. Para los perros no hay vacaciones, mudanzas, matrimonios, bebés, cambios de países que incluyan abandonar a su manada, a su familia humana. Si él no nos abandonaría, seamos leales nosotros. No los abandonemos nunca.
Nos ama como somos, pequeños, gordos, flacos, feos o bonitos
Fuente: revistadominical.com.ve